Error
#1: exceso de adverbios acabados en “-mente”
Que sencillo es abusar de los adverbios
terminados en “-mente”. Es cómodo, práctico, eficiente… y feo. Delatan dos
rasgos principales de un escritor que no le hacen quedar en buen lugar:
Escritor novato, con poca práctica en el dominio
del lenguaje y sus normas
Escritor perezoso, que no revisa a fondo el
texto
No estoy diciendo que estos adverbios sean feos
e ineficientes. Lo que es malo es la repetición constante de los “obviamente,
cabalmente, constantemente, realmente, simplemente…” Observa la cantidad de
ellos que utilizas. Si en un mismo párrafo o en párrafos seguidos, has usado
dos o tres, seguro que puedes sustituir algún “desgraciadamente” en un “por
desgracia…”
Puedes escribir tantos “-mente” como quieras
cuando estés creando. Ayuda a avanzar porque es el recurso fácil, no te obliga
a detenerte para buscar una frase mejor y así puedes continuar tu vorágine
creativa. Pero después, en la fase de revisión, fíjate cuántos de ellos puedes
eliminar.
Seguramente te sorprenderás. Mejor dicho: con
toda seguridad quedarás sorprendido
Ten en cuenta estas normas de estilo cuando
decidas emplear un adverbio terminado en “-mente”:
Conservan el acento de su raíz: débil =
débilmente; jamás se acentúa la terminación
Si quieres poner dos de ellos seguidos sólo es
necesario mantener la forma “-mente” en el último: “Se tendió allí, dulce y
serenamente”…
…o bien separar dos de ellos por comas para dar
un matiz más subjetivo: “Se tendió allí dulcemente, serenamente.”
Debes evitar la forma enfática “yo
personalmente”: es una redundancia.
Los adverbios “mayormente” y “mismamente” son
considerados vulgarismos. Las formas más acertadas son:
Mayormente = principalmente
(o también “sobre todo” si quieres evitar el
adverbio)
Mismamente = precisamente
Truquillo: puedes usarlos para ponerlos en boca
de personajes, en el diálogo, cuando quieras resaltar su escasa cultura
Recuerda: no es malo usar estos adverbios, lo
realmente malo es abusar de su utilización.
Error
#2: variar el tiempo de la narración
Comienzas a escribir, te entusiasmas, te metes
en la historia, te apasionas, las palabras acuden a ti como un torrente, no
puedes parar de escribir, las escenas se agolpan, los acontecimientos se
suceden… en algún momento has pasado de contar tu historia en tiempo pasado a
tiempo presente. O al revés. O a ratos en uno o en otro tiempo, según tu
inmersión en el relato.
Es muy corriente que suceda esto, no te
preocupes. En fases avanzadas de escritura incluso se puede utilizar como
recurso narrativo (escribiré un post sobre esto cuando hable del tiempo narrativo
y los puntos de vista).
También es frecuente cambiar la persona
gramatical del narrador: comienzas contando la historia en tercera persona (él
hacía) y pasas a contarla en primera persona (yo hacía).
De nuevo te aconsejo que no detengas ese estado
de creatividad torrencial para subsanar este error. Para eso está la revisión,
pero debes tomar conciencia del problema cuando corrijas. Con la práctica
dejarás de saltar de un tiempo verbal a otro y a ser más consciente de tu
propia voz narrativa, así como de la voz del narrador.
Recuerda: debes tener en cuenta el tiempo verbal
con que empiezas a narrar y la persona gramatical del narrador.
Error
#3: pasar olímpicamente de la ley causa-efecto
Este es un fallo a menudo difícil de detectar
sin una lectura a fondo. Se produce cuando una situación se resuelve de manera
“milagrosa” o un personaje cambia de actitud o pensamiento sin que un
acontecimiento provoque dicho cambio. Es decir, saltarse a la torera la máxima
siguiente: todo efecto está precedido por una causa
Ejemplo: “el hombre estaba sentado, contemplando
en un estado absorto cómo crecía la hierba de su jardín. De repente, se levantó
presa de un frenesí incontenible y se dirigió a la cocina, donde devoró con
ansia un bocadillo de chorizo”.
¿Cuál es el desencadenante de ese frenesí
incontenible? ¿Cuál la sucesión lógica de pensamientos que le hace levantarse,
que le hace ser consciente del hambre?
Cuidado con los “de repente, de pronto, en un
momento dado…”
Puedes hacer actuar a tus personajes por
impulsos, hacerles tener reacciones imprevistas… pero asegúrate de dejar claro
que los personajes se comportan así por un motivo que les hace ser así.
Igual sucede con las situaciones. No puedes
resolver un asesinato sin haber hallado todas las pistas. Pasito a pasito,
siguiendo una sucesión coherente de acontecimientos. Queda fatal, dicho sea de
paso, sacar un as de la manga en el último instante para cuadrar algo que no
has sabido resolver. ¿Al asesino se le cae del bolsillo el casquillo de la bala
asesina? ¿Es esa la prueba irrefutable? ¡Vamos, anda, no me tomes el pelo!
Porque esa sensación es la que le produce al lector.
En tu relato o novela nada debería suceder por
azar, y cuando esto suceda, debes decirlo, remarcarlo, dejar patente que la
casualidad juega un papel relevante en la historia; que es casi protagonista.
De todas formas, la suerte o el azar pueden ser consecuencia de una cadena de
acontecimientos cuyas causas que los ponen en marcha desconocemos.
El escritor Paul Auster domina a la perfección
este concepto, el cual ha llegado a ser una parte central de su temática, casi
una obsesión… a menudo no bien entendida.
Recuerda: cada acto tiene su consecuencia y cada
consecuencia está asociada a los acontecimientos precedentes y también a los
futuros. Cuando escribas ten presente este principio
toda acción conlleva una reacción, no hay
reacción sin una acción previa
En conclusión
Prestando atención a estos tres detalles,
mejorarás sensiblemente tus textos. Denotará preocupación por la forma de
escribir, un cierto cuidado en lo que dices y cómo lo dices. Es un signo de
profesionalidad, de conocer las reglas básicas del oficio, de no ser un novato
en cuestiones narrativas.
Todos, repito, todos los escritores hemos caído
en algún momento dado en estos errores. No se nace enseñado, son fallos
básicos, son parte del proceso de aprendizaje. Es incluso positivo cometerlos
en estadios tempranos de la creación narrativa: ayudan a estar alerta, a tomar
en serio las revisiones necesarias.
Se pulen con práctica y, aunque no sea así, en
el proceso de corrección se pueden subsanar con mucha facilidad… siempre y
cuando sepas detectarlos.
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